Hablemos de soluciones.

Carlota TF
13 min readJan 27, 2021

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Para finalizar con estas entradas relacionadas con las conductas suicidas, me parece adecuado finalizar hablando acerca de por qué es necesario seguir con esta conversación, pudiendo llegar a convertirlo en un debate más público que favoreciese a eliminar los prejuicios y los tabús que acompañan a este diálogo. Igualmente, me parece necesario remarcar, desde mi punto de vista, y tal vez sin llegar a completar la posible extensión del tema, cómo sería adecuado hablar del tema, tanto en los medios de comunicación, tanto entre nosotros, como cuando nos encontramos con una persona que se encuentra pensando en acabar con su vida.

Durante mucho tiempo hemos podido comprobar que en los medios de comunicación no hemos visto noticias relacionadas con este tipo de problemática. Como se en dijo en post anteriores esto es debido al famoso, y tal vez anticuado, Efecto Werther. Introducir a los medios de comunicación en este diálogo me parece de gran importancia puesto que se han convertido en un gran arma de la comunicación, por la cual mucha gente se deja guiar y que puede influir a gran escala en la mente y en los pensamientos de todos nosotros. Televisión, radio, periódicos, redes… todos tienen su propia audiencia y, aunque la información no sea en ocasiones lo más objetiva posible, el pensamiento general más común es no dudar de lo que éstos digan. Así pues, su intervención es realmente importante en cualquier temática que se quiera transferir a la población.

Si somos conscientes, cada medio de comunicación, a veces guiados por sus conflictos de intereses, a veces guiados por ideologías, nos pueden exponer una misma noticia, siendo ésta diferente en función de cómo cada medio haya decidido que quiere contarla. Así pues, la diferencia no se trataría en hablar de un tema, puesto que es el mismo, sino en la manera de tratarlo. Considero, entonces, que, si nos referimos a la comunicación del suicidio, podemos suponer lo mismo. No se trata de hablar o no, sino de cómo se habla y trata el tema, un asunto que, como bien sabemos, es muy delicado y hay que concebirlo con mucho respeto. No porque sea algo que nos deba generar miedo hablar, sino porque en función de cómo este se trate puede salvar una vida o puede generar más motivos para acabar con ella. Pueden servir como medida de contención o pueden servir como impulsor de un ‘efecto contagio’.

Algo que es importante hablar cuando hablamos de medios de comunicación y que tal vez no lo concibamos como tal son las redes sociales. Actualmente es mucha la gente que se informa de aquello que sucede en el mundo a partir de las mismas. Las redes sociales se han convertido en una manera en la que muchas personas y organizaciones se comunican y comparten opiniones, ideas e información. Creo que es sabido por todos aquí que en las redes sociales pueden encontrarse una grandísima diversidad de cosas. Más o menos interesantes, más o menos objetivas, más o menos personales y así con un montón de categorías.

Si nos regimos a lo que nos interesa en este post, hay redes sociales en las que se crean ciertos “grupos de personas” o una comunidad que está “unida” a través de un tema o ciertos temas específicos. Si nos fijamos en instagram, por ejemplo, hay comunidades dentro de la misma red social basadas en la alimentación, personas que suben fotos de sus comidas y que tienen ciertos objetivos, mientras se apoyan en la comunidad, se aportan ideas, etc. Esto no tiene por qué ser algo negativo. Sin embargo, con esta misma idea, pero mucho más extrema, en esta misma red social podemos encontrar personas que, igualmente, se dan ideas para bajar extremadamente de peso, trucos para estar “guapa”, para vomitar y no ser descubierta. Aquí ya hemos de empezar a preocuparnos. Si buscáis “anaymia” en instragram descubriréis muchísimas cuentas de, generalmente, por qué no decirlo, chicas. Sin negar que puedan servirse de apoyo unas otras, por ser además los trastornos alimenticios, en mi opinión, muy desconocidos aún, encontramos también cómo se retroalimentan las unas a las otras a seguir por esos caminos, caminos que cada una de ellas conciben como el correcto, lo cual, es difícil cambiarlo. En ocasiones suben fotos de comida, pero a veces de sus cuerpos, de sus autolesiones, de cosas realmente explícitas que creo que es mejor no decir.

Este mismo ejemplo, podemos trasladarlo a muchos otros, a muchas redes sociales más y a diversas temáticas, incluida también, el suicidio, a “cómo suicidarse, cuáles son los mejores métodos, cómo morir sin dolor” y así, pudiendo encontrar comunidades enteras en redes sociales que debaten sobre estos temas de una forma, como se puede ver, muy distorsionada, pero que acaban encontrando las respuestas a esas preguntas, las cuales pueden aumentar de forma significativa el riesgo de un efecto contagio, del cual ya hemos hablado. Si tenemos en cuenta que esta “comunidad” está formada por personas que tienen un pensamiento muy parecido, se hace difícil pensar que puedan encontrar otras posibles soluciones a sus actuales problemas.

No hablaremos aquí de por qué hay personas que se animan las unas a las otras a llevar acabo ciertos ‘objetivos’, sino de lo peligroso que puede resultar el hecho de existan foros, redes y espacios, en muchas ocasiones muy poco controlados, donde se puedan llevar a cabo estos debates. Debates y redes sociales que están muy al alcance, y cada día más, de los más jóvenes los cuales parece que el mensaje que reciben algunos de la sociedad es bastante desesperanzador. Contenido muy explícito al alcance de todos que, incluso si no estabas tan mal y sólo acabaste allí por casualidad o por un mínimo de interés, puede acabar haciendo que te quedes allí hablando de lo mal que es todo mientras el resto corrobora tus pensamientos de insignificancia acerca de la vida, del valor de los cuerpos, o de una misma.

También, gracias a estas redes sociales, se han podido ver que los casos de cyberbullyng han aumentado en gran instancia, personas que se ven con el derecho de humillar, avergonzar e insultar a otras a través de una pantalla y, en muchas ocasiones, a través de un anonimato o sentimiento, bastante estúpido, de unión con los demás. De los problemas psicológicos que esto conlleva, creo que están bastante claros.

A pesar de esto, muchas plataformas cada vez se han concienciado del uso que varias personas hacen de las mismas y han establecido ciertas medidas de contención. Por ejemplo, si buscamos en youtube o en google “quiero morir” nos sale en primera instancia el teléfono de la esperanza, igualmente cierto contenido es borrado en muchas ocasiones por las propias redes sociales por ser incitador de ciertas conductas y donde las personas externas también pueden “denunciar” este tipo de contenidos. Sin embargo, no creo que sea suficiente puesto que las personas pueden seguir encontrando otros medios si así lo quieren. ¿Es necesario poner la responsabilidad en las redes sociales? Bueno, creo que está claro que tienen su función protectora dentro de todo este asunto, sin embargo, creo que la solución va más allá de todo esto.

Tal vez no sea tan malo que la gente exprese lo que siente en las redes, que tengan un espacio donde puedan sentirse arropadas por ciertas personas, donde no se sientan solas ni culpables de lo que sienten, aunque inevitablemente estos espacios de rumiación continua no ayuden a eso. Sin embargo, esto es algo muy difícil de controlar y que puede ser muy controvertido, más cuando el ambiente de la comunidad está basado, en estos casos, a tener una perspectiva bastante dolorosa del asunto sin llegar a resultar esto beneficioso ni para ellos mismos ni para los demás. En un espacio en el que la única solución es borrar ese contenido y dirigirte a un número de teléfono al que tal vez no llamarás, sobre todo e intuyo que cuanto más joven seas, sí que puede resultar peligroso. Por ello, creo que pensar en las redes como una medida de contención no es suficiente, aunque esto no libra de que hayan de utilizar las mejores medidas para prevenir y evitar cierto contenido explícito que den ideas y ejemplos a una persona en una situación de lo más crítica. Creo realmente que el diálogo y las medidas de contención han de empezar primero en la sociedad entera, y después ir atajando desde lugares más específicos, como puedan ser las redes. Creo que de nada vale todas las medidas que puedan poner si la sociedad después no habla ni trata sobre ello.

Así pues, hacia donde me hace ir todo es hacia el papel que tiene toda la sociedad en todo esto como mayor medida de contención, como mayor factor de protección y de prevención. Creo que es evidente el por qué es bueno hablar del tema. En el caso de las redes sociales, sería bueno para que las personas no se sientan tan mal que la única opción de ayuda que puedan llegar a concebir, por la “privacidad” y/o anonimato y por el rápido acceso incluso, sea la de encontrarse tras una pantalla, donde la información que obtiene es bastante contraproducente.

Se hace evidente que es necesario hablar del tema para que la persona consiga liberar su angustia y que se sienta capaz de expresar aquello que le preocupa, que le somete, que le castiga. Pero no a través de una pantalla, sino poder tener la libertad de expresar todo aquello que siente con cada ser de la sociedad sin tener el miedo del rechazo, estando cada ser dispuesto a ayudar. Y esta premisa, de expresar lo que sentimos no debería proponerse únicamente cuando hablamos del suicidio, sino cuando hablamos de la vida: expresar lo que hay nuestro interior. Las personas vamos por la vida con máscaras emocionales, ocultando la realidad de todo lo que llevamos dentro, especialmente de aquello que consideramos más negativo. Sin embargo, cuando tenemos la oportunidad de desnudarnos emocionalmente, sea con quien sea, descubrimos que a medida que se comparten esos sentimientos, empezamos a sanar, siendo hablar como una catarsis, siendo hablar algo sanador. El poder de las palabras, que como te destruyen, pueden hacerte sanar. La vida es dualidad, es alegría y tristeza, amor y desamor, luz y oscuridad, día y noche.

Creo que no somos conscientes de la dimensión real que podríamos conseguir al hablar del suicidio siendo, contrario a lo que parece haberse pensado, beneficioso hacerlo. El suicidio no distingue de raza, de género ni de clase social, y no distingue porque tiene que ver con una sola cosa: el dolor emocional, dolor que absolutamente todos sentimos. El suicidio no es un acto de locura como muchos creen. No es un acto de valentía o de cobardía. No puede ser evaluado desde los juicios de valor. El suicidio es un acto de dolor emocional. Todos, en algún momento de nuestras vidas, vamos a vivir un alto dolor emocional, y esto es como un precio que pagamos por el simple hecho de esta experiencia que se llama vida. Al final, si algo he aprendido es que el dolor pasa, y no pasa únicamente, como nos dicen, por el tiempo, sino que el dolor pasa a partir de lo que hacemos con este tiempo. Me pregunto hoy en día, ¿si todos vamos a vivir un dolor emocional, todos podemos llegar a un momento de pensar en atentar contra nuestras vidas? Tal vez.

Es por eso, y en relación al dolor, que creo que es necesario que nos concibamos todos como una red de contención, pero no únicamente una red para aquellas personas cercanas, no sólo para nuestra familia o nuestros amigos. Somos una red de contención social: todos podemos ayudar al otro que está pasando por un momento de dolor. Si hiciéramos verdaderamente esto, ¿disminuiría la estadística de suicidio? Tal vez.

Es necesario crear entre todos nosotros un espacio seguro para dejar atrás el miedo a hablar y expresarnos. Y esto no es algo que pase de la noche a la mañana porque, si nacemos, y nos acostumbramos durante toda la vida a hacer eso, resulta entonces tan difícil de cambiarlo… Necesitamos una educación desde pequeños, una educación emocional que nos ayude a saber de nuestras emociones y no ha identificarlas con emoticonos y caritas como acostumbramos, sino aprender a manejarlas, a no rechazarlas, a tolerar la frustración en un mundo en el que somos muchas personas y la vida se encuentra así programada. Una vida donde es difícil que las cosas salgan como quieres y cuando quieres, siendo todo esto contraproducente porque a la vez vivimos en un mundo en el que todo pasa muy rápido, cada vez tenemos menos paciencia y cada vez podemos obtener las cosas más deprisa, en un simple click. Hay ciertos hechos que, además de obviar al dolor, nos hacen tener menos tolerancia a él, colocándolo como lo peor que nos puede pasar. Es necesario tener un tratamiento adecuado del dolor para prevenirlo, en cuanto a la manera que tenemos de tratarlo, de escucharlo; en la manera que tenemos de hablar con nosotros y con lo demás. Esto sería algo ideal, y que, como digo, no sucede de la noche a la mañana, pero si no empezamos nunca, nunca sucederá.

Igualmente, mejorar nuestro sistema de salud, aumentar los recursos. Y no sólo para prevenir el suicidio, sino en general. La pregunta no es realmente “cómo prevenir el suicidio” y que todo lo malo siga estando ahí, pero sin suicidarse. Para mí no creo que el objetivo sea ese, sino aprender a vivir bien nosotros. Un sistema de salud para todas las personas cuyo bienestar psicológico se vea alterado, pero ya sea para personas que piensen en el suicidio, o no, porque eso puede ser una probabilidad que pase y quizá un simple pensamiento que parece que no llega a ningún sitio pero pueda aparecernos a todos. No es prevenir el suicidio, es prevenir la manera que tenemos de hacer las cosas, de sentir el dolor y de no sentirlo y, como consecuencia, ayudará a prevenir las conductas suicidas.

Además, hay ciertos accesos a armas en la sociedad, sobre todo en determinados países, muy peligrosos. Medios a ciertos medicamentos que se recetan cada vez más a la ligera y con mucha soltura. Habría que analizar esa tendencia de nuestra sociedad a concebir el alcohol con esa sociabilidad y con ese buen ver. Y está claro que hay cosas que no se pueden prevenir ni medios que no puedes evitar que se utilicen. No puedes evitar que alguien vaya a un puente con la intención de tirarse (aunque sí puedes evitar que se tire), no puedes vigilar todos los puentes y cerrar el acceso a ellos, por ejemplo. Entonces, como medidas secundarias hay ciertas cosas que nuestra sociedad no debería directamente tener. Es decir, no sé si soy la única que le parece inapropiado e incoherente que nuestra sociedad maneje armas, y que encima las vendamos, y encima las utilicemos para matarnos a nosotros. Hay que prevenir antes, todo ese dolor, previo a que la persona decida utilizar un arma para ponerle fin a todo.

Por otro lado los medios, que no sensacionalicen las noticias en estos casos, ni exalten el suicidio, que no sean tan explícitos y románticos. No decir los números de las personas que se suicidan a la ligera como mostrando al resto que es un camino y solución normal que todo el mundo usa. El mostrar imágenes, decir que métodos se ha usado, el dar ideas… no dar modelos ni en los medios ni las redes sociales que, en definitiva, te enseñe como puedes hacerlo. Aferrarse, por el contrario, a las ganas de vivir, al resto de posibilidades existen, a dar esperanza a que superar ese dolor es posible y que es posible vivir de otra manera. Hacer sentir a las personas que pueden sentirse seguras, que podrán sentir la seguridad de poder recibir apoyo, comprensión, ayuda. Hacerle ver a las personas que sus vidas importan, aunque no sepamos nada de ellas.

Para acabar, pensar que la prevención no es sólo evitar que alguien no se mate, y ya está, dejamos todos lo problemas que tiene a un lado y como hemos evitado que esa persona acabe con su vida ya nos podemos sentir bien. No. Como podemos ver en los post anteriores, en los que se ha hablado de la interseccionalidad y de los factores de género, comprender qué factores tenemos culturales, históricos, tanto para ver cómo nos hace eso comprender el suicidio como para comprender que esta forma de vida parece hacer cada vez más sufrir a las personas. Ya sea para comprender esta vida desconectada con nosotros mismos, encaminada esta vida moderna al trabajo, al no parar, al no estar conectado con uno mismo, a sentir presiones constantemente, a un continuo estrés. Pero luego también, relacionado a las desigualdades, a entender cómo nos concebimos los unos a los otros, el ver que tenemos una historia como ser humano basada en los conflictos, en el odio, en las guerras, y que todo ello no provoca felicidad y bienestar. Esa falta de cohesión social, esa discriminación por muchas partes y a todo tipo de colectivos. Ese odio al que es diferente, al que consideramos como fuera de nuestro grupo, sea quien sea. La violencia que se produce, entre los grupos que son más privilegiados, pues también hay una competencia eterna, como hacia aquellos que no lo son tanto. Muchos traumas en nuestro planeta y mucho estrés emocional que desemboca a sentirse como una mierda.

Todo eso es en lo que habría que pensar, porque esa es realmente la prevención, y no en evitar un suicidio (que lo es, entiéndanme) que sería la consecuencia de paliar otros asuntos. Todo esto acompañado de la falta que tenemos de apoyo social, de lo poco que hablamos de lo importante, la soledad que sentimos, la frustración y la desesperación porque la gente no nos entiende, porque la gente no está concienciada. Porque todo esto es un círculo vicioso entre no ver, no hablar, entre no ver qué sentimos, entre ver a aquel que sufre como extraño y como algo negativo, entre tener que sentir una felicidad constante. Todo ello junto, son muchas cosas de las que pensar.

Y aquí pongo fin a todo este discurso que, incluso a mí, sabiendo plenamente que todo lo dicho mejoraría mucho las cosas, o al menos eso creo, tengo la sensación de que leer todo esto parece en sí algo utópico. Y quizá no algo utópico, pero sí una cosa que llevaría muchísimo tiempo cambiarla. Y es realmente triste, habernos convencido de que algo así es tan difícil. Habernos convencido de que la naturaleza del ser humano es esta.

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