Mundo ordinario.

Carlota TF
16 min readJan 26, 2021

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En la última clase del curso, hablamos del ‘viaje del héroe’. Más allá de comentar las distintas fases que lo componen, y a las cuales haré referencia más adelante, lo que me ha hecho querer hablar sobre este ‘viaje’ es el momento en el que nos hacemos conscientes de que aparentemente emprender un ‘viaje’ es algo atribuido a lo masculino. Que hemos vivido, y en grandes ocasiones seguimos viviendo, en un mundo de hombres, es algo que creo que sabemos todas las personas. Esto hace que, para nosotras, las mujeres, el proceso de ‘viajar’ se convierta en algo más complicado y costoso. En el cine, en la literatura, y en la vida.

Un error que parece cometerse cuando las mujeres emprendemos este ‘viaje’ o cuando alguien decide colocar a la figura de la mujer como protagonista de su historia, es que, inconscientemente o no, la mujer parece tener la necesidad de comenzar la aventura que se le viene encima colocando al hombre como referencia de todas las cosas. Es curioso porque, para mí, al menos, la estructura que sigue este tipo de narrativas, este tipo de ‘viajes’, no me hace considerar que haya algo que los hombres sí puedan y las mujeres no, o al revés. Igualmente, entiendo que por una herencia cultural las cosas no son así.

Al final, los ‘viajes de héroes o heroínas’ tienen una misma finalidad: abandonar un mundo ordinario, enfrentarse a varios desafíos y obstáculos que aparecen en el camino, y encontrar a quiénes somos realmente, ampliando nuestro conocimiento, nuestra visión de las cosas, del mundo y de nosotras mismas. Así, como personas renovadas, y tras todo este proceso, nos convertiríamos en una ‘nueva persona’, que posteriormente volvería a encontrarse sumergida en este mismo círculo al descubrir que hay más cosas que cambiar y transformar. Como si de un proceso cíclico se tratase, pero en el que cada vez que completas una vuelta, eres alguien distinto, con más sabiduría, con nuevas cualidades y características.

Es curioso que cuando buscamos acerca del ‘viaje de la heroína’ nos encontramos a mujeres que, justamente por vivir en un mundo de hombres, en un principio, admiran ese rol, esa fuerza y ese poder que nunca le ha sido otorgado a la mujer. Y es completamente normal. Y completamente admirable, que puedan descubrir que todo esto ya lo llevaban dentro. Después, tras un proceso, vemos una reconciliación con lo femenino y una integración de ambas, femenino y masculino. Es más curioso aún, como, en el cine, series o en la literatura, sean las mujeres las que descubran y se hagan conscientes de que pueden y han de integran ambas cosas, pero que, sin embargo, cuando nos encontramos con un héroe, la mayoría de las historias creadas entorno a él se basen en seguir manteniendo su rol prototípico. Con esto, veo estupendo que la mujer integre ambos roles, pero sigo viendo dañino que el hombre siga manteniendo únicamente “su” rol. Y lo veo más dañino aún porque, de películas, series, música, libros… obtenemos un aprendizaje implícito e incidental que, como tal, no somos ni conscientes, pero que integramos en nosotras, las personas, haciendo que obtengamos en cierta manera una representación de lo que es nuestro mundo, por muy ficticio o irreal que sea el contenido que estemos consumiendo. Los hombres, aunque luchen contra monstruos, androides o trolls de las cavernas, siguen siendo hombres. Y me diréis: “Pero Carlota, es ficción. La acción, la aventura, la tensión, hay que mantenerla. No es algo real”. Es cierto, pero, ¿soy yo la única que se ha cansado de consumir violencia como método de entretenimiento, de acción o de ficción, y que relaciona este hecho con la vida real? Violencia muy asociada normalmente al rol de los hombres, por cierto, y que, para mí, representan muchas cosas implícitas de todos nosotros como sociedad.

Aún así, aunque con este ‘viaje del héroe’ podrían representarse de muchas maneras procesos de trasformación que condujesen a otros modelos de “rol masculino” y que eso sirviese como algo que pudiese enseñar a los demás, por ejemplo, vemos sin embargo lo mismo a lo que hemos estado siempre acostumbradas. Imaginaos que a partir de ahora ese rol masculino cambiase en el cine, la literatura o cualquier otro género, digamos hacia lo considerado “femenino” socialmente. Quitando las críticas de las personas que por supuesto existirían por parte de muchas al percibir una incongruencia con todo lo que han creído desde siempre y enfrentarse con sus sesgos de confirmación. ¿No creéis que eso tendría efectos sobre cómo concebimos los roles? Si la respuesta es sí ¿Por qué entonces no va a tener efecto la violencia que consumimos, asociada normalmente a un determinado rol?

Dejando a un lado esta introducción, que se ha vuelto más larga de lo que yo misma me esperaba, deciros que, como habréis supuesto con el título de esta entrada, no, no voy a hablar de los héroes. Que los habrá, de muchas formas y maneras, no lo niego. Así pues, tras haber pensado antes de colocarme frente a mi ordenador acerca de qué película o serie podría hacer un análisis que se adaptase a este arco narrativo y no tener muy claro cuál elegir, a mi mente ha venido algo que, para mí, tiene mucho que ver con la heroínas: todas las mujeres de la vida real que componen esta sociedad. Tras pensar en la idea de todas ellas, y tener claro que este post iba a ir dirigida a las mismas, he tenido la brillante o absurda idea de hablar de la mujer más cercana a mí: yo misma y mi propio yo narrativo. Ese yo con deseos, intenciones, aspiraciones, objetivos. Ese yo con memoria que se adapta a las expectativas y a las exigencias de un medio siempre presente, y cambiante. Ese yo con creencias y valores que forman parte de lo que es mi identidad, pero, también, ese yo que puede desprenderse de las mismas. Ese yo, que tiene dentro de sí, una historia y una narrativa de lo que ha sido toda su vida. Este yo, o tal vez estos yoes, que gracias al lenguaje ha podido ser fabricado y construido. Así que, haré uso del mismo, del yo y del lenguaje, para situarme como protagonista de mi propio viaje como heroína. Y, aunque vaya a hablar de mí, en realidad sé que hablo por muchas, personas y mujeres.

Sinceramente, desnudarme emocionalmente como lo voy a hacer a continuación no era algo que estuviese en mis planes, sin saber muy bien en qué punto de este viaje me convertí en heroína a mi propio juicio, si tras acabarlo o antes de empezarlo. Aunque esto último realmente carezca de importancia. Y como he dejado intuir antes, hablar de mí es sólo una excusa para mostrar la cantidad de heroínas que hay, no en películas o libros, sino en la vida real. Hablar de mí, me permite contar una historia con más detalles, al igual que me permite hablar acerca de un viaje en el que muchas heroínas se ven inmersas y que muchas personas parecen no querer escuchar, tal vez porque exponen una realidad que no muchas quieren asumir por todo lo que ello, escondido, parece dejar entrever. Que cada persona juzgue a su juicio lo que deja entrever.

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1. Mundo ordinario.

Hace un tiempo me encontré viviendo en un mundo ordinario durante algunos años. Un mundo ordinario al que me acostumbré y se convirtió en mi normalidad. Hablar de esto es complicado, sólo me imagino a aquel que lo lea pensando “cómo pudiste”, pero justamente por este tipo de ‘secuelas’ que aún me ahondan y por aquellos que realmente lo piensen, quiero hacerlo. Para mí, es terapéutico, no que me lean (pues sé que esto apenas será leído por alguien), sino expresar aquello que durante mucho tiempo no fui capaz de dar voz y donde a día de hoy sigo siendo esquiva con mis palabras. La moraleja de esto en última instancia es que, las palabras, ayudan a sanar.

Hace un tiempo me vi inmersa en una relación con una persona mayor que yo. Relaciones hay muchas, sin tener que estar todas enfocadas a la pareja. Es obvio que las relaciones no empiezan si las cosas no están bien, aunque hay veces en las que todo es más complicado y complejo; hay veces en las que esa relación te viene dada desde un primer momento, sin tú elegirla. Mi relación con esta persona acabo derivando en una historia de abusos, de maltratos y diversas cosas que, más allá de poner en contexto, no es necesario que cuente.

Coloco este punto de partida en el mundo ordinario, pues todo esto llegó a convertirse en mi día a día. Un día a día en el que yo misma me llegué a creer que era merecedora de todo ello. Un día a día en el que, con el tiempo, yo misma llegué a desconocer cómo este problema podía llevarme a mi propia destrucción.

2. Llamada a la aventura.

Hay un momento en el que una se cansa de todo esto. Y es que esta situación siempre es algo que inevitablemente agota, aunque a veces no seas del todo capaz de ponerle fin o aunque a veces ni siquiera concibas el fin. Pero hay un momento en el que no tienes más opciones: o luchas por algo distinto y te sumerges en la ‘aventura’ o te resignas a mantener una vida entera de dolor y sufrimiento. Sin embargo, una vez que aparece esta llamada a la aventura, es difícil que esa llamada consiga desaparecer de tu mente o al menos es difícil volver a ignorar que algo no va bien.

3.Rechazo de la llamada.

Aún así, siempre hay dudas, siempre hay excusas para no emprender la aventura. Siempre hay un miedo que aparece, porque realmente siempre te ha acompañado en tu mundo ordinario. Emprender esa aventura que pone fin a un sufrimiento a veces parece más dura y peligrosa que el sufrimiento en sí. A veces hay enemigos que ponen en duda tu capacidad para actuar, tu valor de ser, tus fuerzas para dejarlos atrás. Aquella persona que convive mucho tiempo con el abuso y el maltrato se ve mermada en muchas de sus capacidades. Su realidad y su percepción de las cosas, de sí misma y de la situación, se ve alterada. Muy alterada. Más miedos salen a la luz, más excusas a favor de aquel que te daña y más excusas en contra de una misma. Traumas persistentes que modifican tus marcos de referencia y tu manera de entender y relacionarte con el mundo, y que sobrepasan la capacidad de acción de una misma para enfrentarte aquello que se supone que has de dejar atrás. Demasiadas cosas que te acaban haciendo evitar esa ‘llamada a la aventura’, donde enfrentarse a un cambio parece algo demasiado duro, y donde una mente acostumbrada a diálogos dañinos y empequeñecedores acaba creyéndose que no es capaz de nada.

4. Encuentro con la mentora.

Pero como digo, una vez que aparece esa llamada, es difícil que desaparezca. Por suerte, siempre hay personas diferentes, que no te aportan dolor, sino lucidez y una visión más clara, herramientas, apoyo, palabras que son mágicas a la hora de emprender este viaje hacia el abandono de aquello que te perturba y hacia la sanación de una misma. Personas que te dan fuerzas cuando tú no las tienes, y personas que te sacan del hoyo cuando tú misma te sentías ya enterrada, aunque muchas ocasiones sigas viviendo únicamente por inercia. Fue justo cuando llegué a la facultad de psicología el momento en el que me topé con otras heroínas. Mentoras que coinciden con profesoras de esta universidad y que me aportaron los conocimientos, la fuerza y la confianza suficiente para luchar contra mis peores miedos y adentrarme en la aventura. Personas que me aportaron lo suficiente como para dejar atrás mi mundo ordinario y adentrarme en un mundo especial, dejar atrás un maltrato que llevaba tiempo acompañándome, por parte de la persona externa, y también de mí misma.

5. Cruce del umbral.

Así, crucé ese umbral, y me dispuse a afrontar la aventura y a comprometerme conmigo misma. Una aventura que dejaba ‘atrás’, en el mundo ordinario, todo lo que conocía y a lo que estaba acostumbrada. Una aventura que me hacía cruzar un umbral hacia lo desconocido. Una aventura que dejaba atrás el silencio, las mentiras que ocultaban una vida infeliz. Una aventura que dejaba atrás la inocencia, la sumisión, la negación de que nada estaba ocurriendo. Este cruce del umbral no fue algo físico, sino una barrera que traspasé en mi mente, nuevos horizontes que se abrieron tras los encuentros con las ‘mentoras’ y tras varios encuentros conmigo misma, sobre todo conmigo misma. No hay cambio posible si una no lo quiere, por muchos estímulos externos que te impulsen a ello. En este momento, entré de lleno en el mundo especial. Muy especial, de hecho, pues se convirtió en la primera vez en mi vida en la que tenía claro que quería salir de todo el dolor que me habían provocado, tuviese las consecuencias que tuviese. Fue la primera vez que quise escuchar a todos mis miedos, a no evitarlos, suprimirlos o evadirlos. La primera que vez que tras estar destrozada emocionalmente, eso daba igual, porque quería acabar con esa relación que tanto miedo me daba.

6. Pruebas, aliados y enemigos.

Una vez que decidí que quería dejar de sufrir fue muy difícil para mí ponerme en marcha, puesto que una cosa es pensar algo y que en tu cabeza suene muy bien, y otra diferente es actuar. Fueron muchas las pruebas que se pusieron en mi camino. Unos enemigos que creo que se hacen evidentes y escasos aliados que resultaron suficientes.

Mi enemigo principal era aquella persona que tanto tiempo había estado a mi lado y que tan difícil me resultaba dejar. Un enemigo que por nada quería que lo abandonase y que se encargaba con todas sus palabras y sus actos en demostrarlo, actos más o menos honrables. Mi enemiga también era yo, pues fueron muchos los obstáculos y las trampas que a mí misma me puse. Fueron muchas las veces que asumí que no debía dejar a esa persona y muchas las veces que me convencí que realmente todo no era tan malo, ni él era tan malo. Muchas las veces que asumí la culpa de todos los actos de mi enemigo, liberándole a él de todo cargo y llenando más aún mi propia mochila.

Aliados no hubo muchos, pero sí esas “mentoras” ya mencionadas, sí amigas y amigos que nunca dejaron de escuchar y de prestar atención en cualquiera de las situaciones. Mi amada María, la que fue mi psicóloga, y que fue un halo eterno de luz constante en todo este proceso, una compañía y una escucha que nunca juzgaba y que tras cada conversación suponía un avance propia hacia una nueva persona.

Así pues, pruebas hubo muchas, contra el enemigo, hacia mi misma, e incluso hacia personas que parecían aliados y después pareció resultar que no lo eran.

7. Acercamiento a la cueva interior.

En el momento en el que empiezas a ser consciente de que necesitas tomar otro camino, también te empiezas a hacer consciente de todas las cosas anteriores. Empiezas a admitir cosas que han pasado, también empiezas a rememorarlas y recapitularlas, a pasar por todas ellas como si de una historia se tratase. En el momento en el que empiezo con un proceso psicológico, todo se vuelve muy complicado. A simple vista puede parecer que en el momento que tomas la decisión de acabar con una relación que tanto daño te ha provocado, las cosas se vuelven más fáciles. Sin embargo, internamente, es muy difícil porque empiezas a admitir todos lo miedos que eran ocultos y que antes siempre habías evitado. Miedos y vivencias que había tapado y que me había convencido de que me las merecía, que era normal que yo las recibiese. En ese momento empieza una batalla con una misma en la que se enfrentan varias partes de sí. Se enfrenta una parte que se encuentra convencida de que ha de estar ahí con esa persona, y que no la ha de abandonar; esa parte distorsionada que quiere seguir estando dentro de esa relación. Se junta un parte de dolor, de admitir que todo eso te ha hecho y te hace daño, de empezar a admitir que hay cosas que tienes que solucionar y que para hacerlo, has de pensarlas, has de acordarte de ellas, has de sacarlas de tu interior, has de verbalizarlas. Y muchas veces es necesario contárselas a alguien más, porque es necesario tener otro punto de vista que no sea el tuyo mismo, un punto de vista de una misma formada por tantas que son tan contradictorias y que tienen diálogos tan contradictorios, que no es sano dejarlo ahí dentro. Entonces, en este momento en el que parece que lo dejas atrás y parece que todo va a ir bien, no es así, porque en el momento en el que admites tu dolor, sientes ese dolor. Y aunque antes hayas pasado por mucho dolor también que te haya llevado a estar mal, es en ese momento en el que procesas todas las cosas y empiezas a admitirlas y a aceptarlas, y ese proceso de admitir las cosas es muy doloroso. Se juntan dentro de ti muchas sensaciones, de fuerza, de poder, de que puedes hacerlo, pero también sensaciones de culpa por haber pasado tanto tiempo ahí, sensaciones provocadas por un orgullo propio herido y dañado por verse ahora tan malherida. Sensaciones que no quieren pasar por eso, que prefieren seguir ocultándolo y que incluso prefieren seguir ahí donde están con tal de no admitir ciertas cosas o con tal de no expresar ciertas cosas.

El hecho de dejar salir lo que había dentro, de ver qué había en mi interior, de ver qué necesitaba realmente en mi vida, de dejar salir todo el dolor que había ocultado, de descubrir que no merecía eso, esos sentimientos duales… realmente me llevaron a una caverna muy profunda dentro de mí, una caverna que incluso me hizo sentir más dolor y oscuridad de la que ya sentía, que me hizo perder muchas cosas y muchas personas muy cercanas a mí, familiares, amigos, que en su momento ni en el presente entendieron la situación; pero una caverna muy necesaria que me hizo verlo todo para afrontar ese dolor y para descubrir que realmente no lo quería, para aceptarlo y para comprender que eso no era lo que necesitaba.

8. La gran prueba.

Después de un proceso muy largo, con muchos vaivenes. Después de no dejarse ayudar por los demás, de querer ocultar todo ese dolor que estaba emergiendo. Después de mucho aislamiento con los demás e incluso conmigo misma, de tapar todo lo que sentía con x cosas o x acciones. Tras esto, decido poner realmente por fin a la relación y me enfrento a lo que era mi mayor miedo, esa persona e incluso a esa parte de mí que no lo quiere dejar. Ese momento que supone un cara a cara con esa parte de la relación, una relación que en esos instantes llega a su fin por mi parte, aunque no por la suya, se convierte realmente en una odisea. Aparentemente es necesario que una persona no quiera para que las cosas no se den, sin embargo hay personas que parecen estar más trastocadas que tú. Tras decirle a esa persona que quería acabar con todo lo que había estado manteniendo, con ese dolor, recibí más dolor por su parte hacia mí, más maltrato hacia mí, más agresiones hacia mí por mi intención de dejarle

Y algo de mí en estos momentos que sólo piensa en explicar con detalle todas las situaciones como si tuviese que justificarme con cada palabra que digo, porque hay una parte de mí que solo se imagina a personas leyendo esto y juzgando todo esto, juzgándome a mí por hecho de no ser capaces de encontrar explicaciones o cómo una persona vuelve a decirle eso alguien cuando sabe que puede recibir más dolor. Pero realmente la ignorancia de los demás no es mi puto problema.

9. Recompensa.

A partir de aquí empieza mi recompensa, más allá del dolor sufrido y más allá de todas las persecuciones de esa persona hacia mi con el fin de seguir controlándome y con el fin de que todo eso no se acabe. Mi recompensa fue justo salir de ahí, algo que de por sí es una liberación. Y salí de ahí con la intención de luchar por mi misma, y aunque estuviese mal emocionalmente quería luchar por ese bienestar psicológico. Empecé a sentir que a partir de ahí mi libertad de movimiento era mucho más grande y a tener yo misma el control de mi propia vida. El hecho de empezar a tener en esos momentos la sensación de empezar a vivir, de tener nuevas percepciones, de no ser tan inflexible mentalmente, el hecho de tener más conciencia conmigo misma, con las cosas que verdaderamente necesitaba, con coger poder y poder decir que no a los demás, y notar que todo ello aumentaba mi confianza. Mi recompensa fue empezar a vivir y poder decir que he nacido por segunda vez. Mi recompensa también fue ser consciente de que aquellas personas que no hicieron el esfuerzo por entender todo esto y aquellas personas que me culparon a mi todo el rato, esas personas no se merecen ni quiero que estén en mi vida, por muy cercanas que sean a mí y por mucho que me duela. Mi recompensa fue también empezar a sentir el dolor y aprender a escuchar, algo que se vuelve incluso agradable cuando has estado tanto tiempo sin sentir absolutamente nada aunque te lo estuviesen provocando, porque te has sentido tan acostumbrada y habituada al mismo que era como si nada.

10. El camino de vuelta.

A partir de todo empieza el camino de regreso hacia mi misma, hacia una vuelta a la normalidad, hacia un mundo ordinario dejando atrás un mundo especial que me había aportado la iluminación y el contacto conmigo misma. Un vuelta hacia mi misma, sin haber salido salido realmente de mi. Y fue un camino de regreso complicado, porque la resistencia que oponía esa persona era crónica y él seguía acechando aunque yo me hubiese despedido y aunque tuviese más claro que nunca que no quería volver, pero muchas veces, sin quererlo, seguía siendo consciente de la presencia de esa persona, lo cual lo hacía todo mucho más complicado e implicaba que no me dejase de replantear todas las cosas que estaba formando en mi interior y todo el proceso y todos los pasos que estaba dando

11. Resurrección.

Sin embargo, yo ya soy en ese momento una persona diferente, y esa diferencia hace que yo acabase denunciando a esa persona, provocando que esa persona ahora mismo esté en la cárcel encerrado entre cuatro paredes como lo estuve yo durante mucho tiempo. Y en esta resurrección, la vida ya no me parece algo banal, aunque hay muchas cosas en mi mente que me siguen persiguiendo. Aquí yo ya no me concibo como algo banal. Aquí empecé a florecer como una flor que estaba casi marchita, empecé a regar esa flor y empezó a volverse metafóricamente hermosa, una flor que siempre lo había sido, y empecé a nutrirme, a luchar por las cosas que quería, a empezar de nuevo aquello que había abandonado y a ser yo lo más importante

12. Regreso con el elixir.

Y todo eso es lo que compone mi elixir, esa confianza y seguridad en mi misma, el ponerme a mí misma en primer lugar es el elixir que me acompaña hasta ahora y que me hace fuerte hasta el día de hoy. Y si lo pienso, quizá siempre haya tenido ese elixir, esa fuerza conmigo que hizo que me mantuviese viva y que me hizo capaz de salir de ahí cuando la esperanza en todo el mundo e incluso en la vida se fue a la mierda. Así que ese elixir soy yo misma, y esa vuelta a casa supone volver a mi, en un proceso en el que nunca he salido de mi pues todo se ha encontrado en mi propia persona, pero supone volver a mi hogar de verdad que soy yo, pero dándome cuenta realmente que yo soy mi propia hogar, que no hay nada ahí fuera que me pueda dar algo que yo no me pueda dar. Ahora, me encuentro en un mundo ordinario, donde suelo pasar a un mundo especial. Quizá esté constantemente completando este círculo, renovándome, haciéndome consciente, iluminándome, cambiando, luchando por mí, buscando las cosas que realmente quiero.

Y todo este elixir que llevo dentro me hace seguir estando aquí, en esta carrera especialmente, porque ojalá un día llenarme de tantas cosas que me permitan ayudar y poder servir de compañía a aquellas personas que necesitan renovarse a sí mismos.

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